El previo a una disculpa (Lucy Blackwood)

La decepción era grande. Mi hija se había enfrentado a uno de mis compañeros del ministerio, eso no podía suceder. La furia estaba dirigiendo mis actos, le escribí a la supuesta heredera Blackwood, Dimitri no se haría cago de esto, me correspondía, y sin duda alguna la haría pagar por sus acciones.

En la carta le dije que su madre estaba de viaje, aún no era el momento de decirle que había fallecido, quería guardarlo para un momento mejor. La respuesta fue que vendría en cuanto tuviera el permiso necesario en la escuela. Ni su hermano ni su madre la salvarían de una reprimenda. Ya era tiempo de que ella aprendiera a comportarse como era debido, ya era hora de que fuera la niña de buena cuna que ella debía ser. Habíamos sido demasiado blandos con ella, pero nadie parecía entenderlo.

Esperé su llegada junto a la chimenea, los polvos flu eran la forma más rápida de tenerla en casa. Y de que volviera pronto.

-Bienvenida a casa, querida Lucy, toma asiento por favor –Dije al verla llegar, de forma calmada, fría y con un rostro inexpresivo.

Alguien le había contado a padre sobre lo sucedido en las tres escobas, no quería hablar de eso, ni de mis notas, ni de algo similar. El señor Blackwood era una persona fría y severa, y sin su señora esposa a su lado, las cosas eran peor. Mi madre era severa conmigo, sí, pero frente a padre era dulzura para evitar un regaño más fuerte, pero ahora se encontraba de viaje, fuera de Inglaterra, había ido a España, u tierra natal, a visitar a su madre, o eso decía mi señor padre.

El encargado del colegio me dio su permiso, e incluso me prestó su chimenea para emprender mi viaje a casa. Sólo sería cosa de un día, no me planeaba quedar una noche en aquella mansión, a no ser que mi padre lo exigiera, en tal caso no había mucho por hacer, en realidad era imposible hacer algo cuando el señor Anthony tomaba una decisión.

Las llamas me rodearon y cerré los ojos durante el viaje. Aquello me mareaba en ocasiones, y mi estómago se encontraba hecho un nudo ya a causa de los nervios que me causaba el estar en aquella descabellada situación. No podía escribirme una cara como los padres normales, no, él me quería ver a la cara mientras me regañaba.

Se encontraba sentado en el viejo sillón de piel que mi madre le había comprado, junto a la chimenea, con su peculiar rostro inexpresivo. Di una ligera reverencia –Buen día tenga, padre –Su frío tono de voz me dio la bienvenida y me pidió tomar asiento. Asentí con un ligero movimiento de cabeza, y me encaminé a uno de los sillones más pequeños, el que ese encontraba directamente de frente a mi padre, era el que le correspondía a Dimitri en las largas noches de charlas y lecturas, pero sabía qué era lo que se esperaba de mí, que le mirara a los ojos mientras me decía lo que debía.

Me resultó extraño su comportamiento. Sin una sonrisa marcada en el rostro, pero tampoco encontré miedo. Sus cabellos estaban de color natural, igual que sus ojos. Mi hija solía aparecer con un fiusha en el cabello, a veces verde o en ocasiones amarillo, pero hace mucho que no me dejaba ver a la Lucy verdadera, la que se escondía detrás de todos esos colores y su mundo de emociones. ¿La quería? Claro, yo adoraba a esa niña. Pero era todo lo que deseaba evitar. Curiosa, sensible, sin ambición o respeto por la diferencia de clases. A veces dudaba que fuera una Blackwood, y en otras ocasiones me preguntaba cómo es que la había perdido tanto.

Su saludo era el adecuado: amable, respetuoso, corto y conciso, y la reverencia casi me llenó de orgullo. Al pedirle que tomara asiento, hizo lo que nunca antes, tranquila y calmada se sentó frente a mí, mirándome directamente a os ojos para atender cada una de mis palabras.

-Me he enterado de ciertas…peculiaridades. Dimitri ha estado cerca de ti, y lo sabes. La idea es cuidarte, y darnos cuenta si este…cambio en tu educación te ayuda a mejorar la conducta. Por lo que he visto desde tu llegada, has mejorado, pero me temo que no ha sido del todo como esto, ¿o sí? –La miré detenidamente, sin importarme en realidad su respuesta, yo ya sabía la verdad. -Verás, mi querida Lucy, no puedo permitir que le faltes al respeto a un mago de sangre pura, y menos si éste trabaja en el ministerio. El señor Ivanovich no será alguien cercano a mi persona, peo es un compañero de trabajo, un mago sangre limpia, y un colega reconocido. Quiero escuchar tu versión de los hechos.

Pero incluso antes de que terminara su ridícula versión de heroísmo barato, tuve que interrumpirla. –Quédate en tus asuntos, ¿y si se trataba de un sangre sucia al que defendías? ¿o si e chico había ofendido a alguien? Tú no sabes esas cosas, así que escúchame atentamente. NO TE METAS EN ASUNTOS AJENOS.

Padre no hizo seña alguna, estaba convencida de que hablaría conmigo de uno de los tres temas que me preocupaban, ¿o los tres? En realidad no quería descubrirlo, sólo deseaba salir de ahí. Comenzó por decir lo obvio, que Dimitri era el encargado de ocuparse de que mi comportamiento mejorase en la escuela, y de que me olvidara por completo de ser una “salvaje” y ser una señorita refinada de sociedad. El que mi casa fuese Huffepuff les había provocado ciertos…conflictos. –No padre, pero estoy mejorando mi comportamiento. –Aunque sentí que esa respuesta ni siquiera le importaba.

Y lo primero de lo que quiso hablar fue de lo que más me preocupaba. –Pues padre…Fui a Hogsmade a distraerme un rato, y disfrutar de un pueblo mágico, son maravillosos, estar rodeados de magos y brujas e lo mejor. –Dije sin pensar que fuese real, sólo esperaba que eso hiciera menor su enojo, un poco –Y, estando en las tres escobas vi cómo el señor Ivanovich –De quien desconocía el nombre hasta aquel momento. –agredía a un compañero… -Y se encargó de hablar, sin importarle el resto de la historia.

-¿¡Y ESO QUÉ!? –No lo soporté, levanté la voz y mis ojos eran rojos, llena de enojo. –No porque sea un sangre sucia merece un maltrato, ni tú ni mi madre me han levantado nunca la mano, ni me han faltado al respeto de esa forma. No puedo simplemente quedarme callada, padre, y lo lamento, lamento haber ofendido a un empleado del ministerio, pero vaya fama que le provoca al mismo comportándose de esa forma. –Pese a todo, me controlé para no ponerme de pie, y para que mis cabellos no cambiasen de color.

Amaba los ojos de mi adorada Lucy, le impedían mentirme u ocultar algo importante de mí, en especial si se controlaba el color que denotaban. El de sus cabellos, lo decidió ella, pero sus ojos no, y yo conocía cada color que podían darme sus bellos luceros, los heredó de su madre, y mi amada Cersei me había enamorado con ellos. Su tono de voz era alto, firme y seguro, vaya niña, lo Blackwood e hacía ser tan apegada a sus convicciones, tan fuerte y tan valerosa. Pero su única forma de ser la obligaba a saltar por los desprotegidos, a pelear por lo que cree justo y desafiar todo sin medir las consecuencias.

-Cálmate, Lucy, necesito que te relajes. –Me puse de pie, y caminé hasta colocarme detrás de ella mientras hablaba. –Si no sabes las cosas, es recomendable que te quedes callada, Y tienes razón, tu madre y yo hemos sido algo blandos contigo. –Presioné sus hombros un poco- Pero sabemos que esa no es la forma, ¿verdad? Eres una chica racional y sabes lo que te conviene. Por mucha libertad que digan que te hemos dado, la verdad es que, esas dentro de mis parámetros. Aunque ésta vez, te has salido un poco. –Lo que decía era cierto, Ivanovich le daba mala fama al ministerio con su comportamiento en Hogsmade, pero no lo admitiría delante de mi hija. –Ahora, lo que me importa es que te disculpes con él. Me he tomado a libertad de llenar un sobre con sus datos para que le escribas una cata, citándolo para que tu disculpa sea de frente. –La fuerza de mis manos no la dejaban moverse,  claro que sentía sus ganas de alejarse de mí. –Espero te comportes como debes.

Se puso de pie, me callé al instante no había querido gritarle de esa forma, aunque le decía o que sentía de verdad. –Estoy calmada, padre, pero no concuerdo con lo que dices. –Traté de sonar serena, pero al verlo caminar hacia mí, sentí miedo, temor auténtico, mis ojos eran ahora de un tono verde, intenso, los cerré un momento para ocultarlos de mi padre, pero sentí cómo llegaba y posaba sus manos en mis hombros, firmes, fuertes. –No dije que fueran blandos padre…-La presión me estaba poniendo nerviosa, padre no se había comportado así, más que cuando se enteró de la naturaleza muggle de Hugo, y entonces estaba madre para defenderme de él y su ira. Pero madre estaba de viaje, y Dimitri se encontraba lejos…

-Padre yo…no deseo molestarte, pero…pero sabes que no voy a ir contra mi naturaleza, por mucho que esta vaya en contra de la tuya…lo siento. –Intenté moverme, soltarme de su firme agarre, pero me fue simplemente imposible, sus dedos se encajaban en mis hombros mientras hablaba de un sobre; miré hacia el pequeño escritorio de la esquina, donde estaba todo dispuesto para la escritura de una carta. –Comportarme como debo…padre eso trato y lo sabes tú tan bien como Dimitri, pero somos diferentes…

Mi pequeña latosa, siempre consentida y abusando de quienes le tendíamos la mano, con ideas curiosas de la justicia y la libertad, de la igualdad y el trabajo duro. Los Blackwood habían trabajado duro por tener lo que ahora tenían, y yo trabajaba más duro por mantenerlo, pero ella quería destruirlo, con sus sueños poblados de muggles y faltos de la sensatez de una dama de sociedad. Creíamos que con el tiempo se arreglaría, que la muerte de ese muggle sería suficiente, pero ni ensuciar mis manos con sangre tan desagradable había resultado en nada más que en su silencio durante casi dos años.
 
Dimitri merecía una hermana mejor, Cersei merecía una hija mejor. Pero aquí estábamos, la niña y yo, y mi paciencia salía por la puerta, lentamente, pero con gracias y burlas al valor de la pequeña Lucy. –Lo hemos sido, Lucy, blandos, condescendientes y pacientes. Pero me temo decirte, mi pequeña princesa, que eso se ha terminado. De ahora en adelante, te encargarás de levantar el apellido Blackwood, que te has esforzado en olvidar. Eres una dama, y mi hija, una Blackwood, no una segundona, no una amiga de muggles, y no una salvaje. 
 
No iba a soltarla, mas el recuerdo de mi esposa impidió que ejerciera mucha más presión con lo que mi hija decía. –No te disculpes, aprende a compórtate, y ya te lo he dicho, no quiero excusas ridículas, o aprendes a hacer las cosas por ti misma, o me obligarás a enseñarte a hacerlas de la forma que es debida. Tu pobre madre se ha cansado, y sabes que yo no cuento con la paciencia que ella. Así que basta de titubear y mejor obedece. 
 
Miré su expresión, tenía algo de miedo, más bien eran nervios, no quería escribirle a Ivanovich, y en realidad me preguntaba si ese torpe hombre merecía una disculpa de mi hija, pero ella sí necesitaba aprender a comportase, y ésta sería la ocasión que marcaría el inicio de una nueva etapa. Me encargaría de matar a Lucy para hacer nacer a la señorita Blackwood, digna de admiración y deseo entre las mejores familias de magos.
 
-Eso debe cambiar, eres mi hija, y te comportarás como tal –Con la presión de mis dedos la hice levantarse, se resistió lo suficiente para que la presión llevara a mis dedos encajarse con sus huesos de forma firme, no más de lo necesario, no quería lastimarla en serio, de cualquier forma, era mi hija. –Así que escribirás esa carta, como debe hacerlo una dama, no te irás de aquí hasta que esa carta quede lista.-La encaminé al muebhle que había dispuesto para su escritura y la hice sentar. –No seas testaruda, por una vez en tu vida, ¿quieres? –Me quedé detrás, mirándola.

No iba a flaquear frenre a eso, mi padre era una persona fuerte, firme, pero siendo su hija, yo también podía serlo, aunque temía por las consecuencias. -Yo no he olvidado ese apellido, padre, me pesa en la sangre, me pesa cada día que paso en ésta casa, cada vez que miro a Dimitri en el colegio...una Blackwood no debe hacer esto, no debe pensar en nlo otro, no es amiga de muggles ni "sangre sucia"....pero igual soy Lucy, curiosa, atrevida, impulsiva, y yo misma en cada aspecto. Es difícil combinar ambas cosas.

Excusas tontas...mi madre no estaba para defenderme, si bien era estricta, era paciente y cariñosa, ella siempre me daba consejos y me defendía de la ira de mi padre. Pero ahora él decía que la había cansado, no pude evitar sentirme culpable, todos tenemos un límite, y al final yo había encontrado el de mi querida madre. Y lidiar con mi padre no era precisamento lo que deseaba. Dim podía hacerlo, pero yo...

La presión en mis hombros era suficiente para obligarme a hacer lo que el señor Blackwood quisiera, me puso e pie y me encaminó a donde estaba el sobre preparado para Ivanovich, ¿qué podía hacer?¿resistirme? Era una opción tentadora, pero no lo hice,no del todo, pues la presión ya me lastimaba para vitar que cometiera una sinsentatez como las que acostumbro; hasta que le escuché llamarme testaruda, mi padre se la vivía diciéndome esa clase de cosas, entonces golpeé la mesa con un puño. -No soy testaruda, padre, y de ser así, deberías estar orgulloso, puesse trata de una cualidad de familia. Escribiré la carta a mi manera...

-Pues entonces no lo convines, si vas a hacer algo, hazlo bien, si no, mejor no lo hagas. Así de simple es la vida, y la sangre tiene más peso que las corazonadas, el corazón de un Bñackwood debe de ser de león, no de un pollito sentimental, ¿eso es ser Lucy? ¿ser un pollito?, la decisión es sencilla, obedece o te enseñaré a obedecer. -La escuincla estaba llegando a un punto sin retorno, la paciencia salió por la puerta, y mi autocontrol estaba por hacer lo mismo, una chica sumamente impulsiva, sin régimen y sin control de lo que debe hacerse, pobre estúpida.

Estaba cediendo y tratando de obedecer, eso funcionaba, un poco de fuerza contra ella y agachaba la cabeza para comportarse de forma correcta, o al menos de la manera necesaria. Pero siempre olvida que tiene más que perder que lo que podría ganar, pobre ingenua. Aprenderia.

-La testarudez es cualidad de Lucy, querida hija, no de un Blackwood, somos persistentes. Aprende de una vez, obedece en lo que se te dice, comportate con gracia y elegancia, deja de ser la salvaje que acostumbras. -Acerqué mi rostro al suyo, con una sonrisa sínica, burlona y retorcida. -Y te lo advierto, un arranque más de ira, un desplante o una grosería, y te costará caro, soy paciente, Lucy, pero no me tientes a enseñarte de formá nmás severa las lecciones que te has negado a aprender, ¿has entendido? -La tomé por los hombros y la acerqué más a al escritorio para que pudiese escribir, al tiempo que me pocisionaba nuevamente a su espalda. -Y escribirás la carta como tu madre te ha enseñado. Sin ironías y burlas. Que parexca que viene de ti, si me mencionas, deberás repetirla.

Me sentía de verdad indefensa, pero no por eso me dejaría fácilmente calar, era imprudente, sí, pero no me gustaba sólo fingir con palabras decoradas, no era mi naturaleza, no lo disfrutaba, y no sabía hacerlo del todo bien, quería permanecer callada y hacer las cosas de la mejor manea posible, pero era algo imposible en ocasiones. Guardé silencio hasta que me recordó mi corazón de pollo. -No es es, padre, pero no soy tan dura como tú o Dim, yo tengo otra forma de ser...-Y no pude añadir más

-Obedecer, obedecer y obedecer, No se saben ninguna otra palabra ni Dimitri ni tú. Trato, pero no voy a dejar de ser yo por volverme un soldado tuyo, un obediente y agachón Blackwood...-Y de ponto estaba frente a él, había ido demasiado lejos y eso, ni él ni nadie, me lo perdonaría.

Con el dolor que mi propia forma de ser me había regalado, lo miré y regresé ante la cara sin escribir...-Mi madre me ha enseñado bien, no planeo ponerla en duda. Pero Ivanovich no merece tal disculpa, y eso lo sabemos ambos.-Sin embargo comencé a escribir 

 "Estimado señor Ivanovich:
En pos del lamentable suceso que tuvo lugar hace unos días en el conocido pub "Las tres escobas", me permito..."

Decidí no hacer caso asu comentario, no consideraba que fuera debil, aunque sí la consideraba sentimental, y en la vida no siempre hay espacio para los sentimientos. La mente y la astucia son más importantes aún, y ella no quería entenderlo. O simplemente decía la verdad y no era algo que estuviera en su naturaleza.

Giré su silla, la abofeteé con fuerza, no tanta, pero sí la suficiente para dejar mis dedos marcados en su mejilla. -¿No te gusta esa palabra?¿De verdad crees que puedes ir por la vida haciéndo tu santa voluntad? No mientras seas mi hija, no mientras pueda corregirte. Sinceramente no tengo ni la menor idea de lo que he hecho para tener una huja como tú, pero eres simplemente imposible. ¿Tan difícil es aprender? Idiota no eres, pero no quiero volver a escuchar semejantes insensateces venir de MI hija.

Testaruda como ella sola, no iba a guardarse sus comentarios, pasara lo que pasara, y ese último tenía especial razón.-No me importa lo que él merezca, sino lo que es correcto para una joven de alta cuna como tú.-Sin duda debía buscar alguien de la misma alta cuna para comprometerla ya, quizá un prometido fuera lo que la haría entrar en razón.

Y me sentí destrozada, su silencio y su rudeza...nunca me había agredido físicamente; claro, madre me defencía, pero ella no se encontraba ahí. "Lucy no llora" y mis ojos ya eran de un rojo intenso, estaba enojada, tan molesta que pude haber hecho cualquier estupidez, pero la idea de estar sin mi madre frente a padre enojado, me limitó demasiado. No llevé mi mano a la mejilla, aunque me ardía, había girado  mi cabeza por el impacto. Regresé a mi posición antes de la bofetada y lo miré con desdén, con mis ojos gritando mi ira, pero hablé serena, calmada. -Nadie puede ir por la vida haciendo su santa voluntad, padre, y eso lo tengo claro. Y lamento que mis dificultades para aprender sean tan molestas para tu perona, para la familia en general.

Seguí escribiendo

...ofrecerle una disculpa, la cual no tendría valor si fuese sólo tratada en el papel.  Si le place, me gustaría que nos encontráramos en el local testigo de mi impertinencia, para que sea tesgito también de lo sinceras de mis palabras, y de mi sentir también. Sin más por el momento, quedo de usted.

Lucy Blackwood

Joven de alta cuna...terminé la carta, me levanté para que la revisara, pues mover el pergamino podría hacer que la tinta se corriera. y sin más me fui, en cuanto se sentó, salí corriendo, me deslicé a mi habitacón y me escapé por la ventana como hacía desde niña, y corrí a rrecorrer Londres.

Sin duda era tan orgullosa cono cualquiera en la familia, con ese poder tan peculiar se veía e odio que tenía hacia mi persona, su mirada de un rojo intenso, pero tan serena que sus cabellos no cambiaron para nada. Sus palabas tranquilas y queriendo ser respetuosa. Su furia controlada era el primer paso para que ll pudiera enderezarse, no quería más discusiones ni problemas con la pequeña. Una bofetada y se calma, debí hacerlo desde que era pequeña, pero mi querida Cersei nunca me lo permitió. –Bien dicho, señorita, termine la carta, si es tan amable.

La miré terminar la carta, de la forma más adecuada posible, y me senté en cuanto ella me dio espacio para leerla, con la más impecable caligrafía que le había visto a esa niña, la leí y, en cuanto volteé ella ya no se encontraba, y la oí cerrar la puerta de su recamara, no regresaría hoy a la escuela, y un tiempo a solas le vendría bien, mientras yo me encargaba de secar un poco la tinta, doblar la cara y sellarla, para hacérsela llegar a Ivanovich. De verdad esperaba que ella aprendiera algo, es alguien lista, pero testaruda.